A estas alturas de la película, supongo que poco más se puede aportar a la discusión sobre el caso Zapata. Yo diría, de hecho, que habría que hacer el esfuerzo de aportar menos: Si algo sobra es ruido . Y no es que este post vaya a servir para nada: Se perderá en medio del barullo, en este rincón polvoriento de internet, dentro de un blog ya cinco años y medio abandonado. Pero por algún motivo, sentía que tenía que escribirlo.
1. No conozco personalmente a Guillermo Zapata. A pesar de pertenecer al mismo gremio, nunca hemos coincidido laboralmente o - que yo sepa - socialmente. No teníamos más relación que el hecho de que yo fuera uno de sus muchos followers en twitter. Ideológicamente supongo que somos más o menos afines, a pesar de no estar de acuerdo con bastantes de las ideas que él, mucho más prolífico que yo, expresaba online.
Aún así, me da mucha rabia y pena todo lo que se ha formado a su alrededor. Después de seguir a alguien durante años, uno se suele formar su propia opinión: La mía es que Zapata es una buena persona, en ningún caso un desalmado, racista o antisemita. Efectivamente, en realidad no le conozco, pero, si aceptamos que se puede juzgar el carácter de una persona por unos pocos tweets, supongo que entonces no se pueden obviar los muchos - miles - otros que escribió, dónde daba la impresión de ser alguien vehemente y pasional, seguro, pero también sincero y muy comprometido con varias causas.
2. ¿Significa eso que JesuisZapata? No, en absoluto. No pienso que lo ocurrido con la revista francesa tenga nada que ver con los acontecimientos de este fin de semana, ni merezca la misma reacción. El movimiento "Je suis" surge, creo yo, de la idea de que no se puede responder con violencia de ningún tipo al ejercicio de la libertad de expresión, que jamás se puede contraponer un arma, un puñetazo e incluso una amenaza, a una caricatura, un artículo o un chiste.
Pero la libertad de expresión no significa libertad para difamar, insultar o injuriar. Cuando alguien cree que se ha cruzado esa línea, puede rebatir, criticar, dirigirse a un juzgado o incluso pedir responsabilidades si se ostenta un cargo público, como es el caso. Eso no es censura: La libertad para opinar no significa que mis palabras no vayan a tener consecuencias. La cuestión, en este caso, es si la reacción ha sido la adecuada, si es justo tras lo ocurrido pedir la cabeza (política) de Guillermo Zapata, si la respuesta, en este caso, ha sido proporcionada.
3. Guillermo Zapata escribió una serie de tweets de humor negro, muy negro, hace cuatro años. Tienen razón los que dicen que ese tipo de chistes están a la orden del día en la sociedad española; los que digan lo contrario han vivido en un país muy diferente al que yo conozco. Lo que creo no se acaba de entender es que internet no es una reunión de amigos, dónde los límites del humor están mucho más definidos y uno tiene bastante más claro que no va a ofender a nadie. Twitter es un lugar público. Lo que allí se dice no se susurra en voz baja con unas colegas tomando unas cañas en la barra del bar; se grita a los cuatro vientos en medio de una plaza, con un altavoz amplificador que hace que pueda llegar a todos los rincones del Mundo. Las posibilidades de ofender, de herir los sentimientos de alguien, se multiplican exponencialmente.
Recuerdo el día que Ortega Cano causó la muerte de una persona en accidente de tráfico. Twitter se llenó de chistes macabros. Después, de gente que reprochaba a los que hacían esas bromas. Y más tarde, de los bromistas indignados porque se intentara coartar su libertad de expresión. Lo que no entendían esos twitteros es que esos comentarios probablemente no los hubieran hecho ante una audiencia de desconocidos que podían ser víctimas de accidentes de tráfico, familiares del muerto o simplemente, gente con una sensibilidad distinta ante la muerte. ¿Significa eso que no se debe escribir nada en internet que pueda herir a otro? No. Pero significa que si lo hacemos, debemos estar preparados para que alguien nos enmiende la plana, incluído aquellos que pueden sentirse personalmente afectados y ante los cuales, seguramente, mostraríamos más sensibilidad de tenerles frente a nosotros.
4. Los tweets de Zapata, sin embargo, estaban hechos en un contexto particular. Una discusión sobre los límites del humor, a raíz de lo sucedido con Nacho Vigalondo y "El País" en el año 2011. Estaban entrecomillados, creo entender, como ejemplos de chistes que la gente hace en el día a día, para reflejar de alguna manera la hipocresía que suponía el despido del director de cine. Ni siquiera sabemos si son bromas que al propio Zapata le parecían divertidas. Probablemente no, quién sabe. En todo caso la intención primera no parecía hacer reír.
Esta explicación, esta contextualización, parece haber molestado a muchos. Y de todo lo ocurrido en este caso, me parece de lo más triste: que "contextualizar" casi se haya convertido en una palabra sucia. De repente todo el Mundo reacciona como la esposa cabreada que se encuentra a su marido en la cama con otra mujer y éste le espeta, mientras se pone los calzoncillos, que "eso no es lo que parece". Todo suena a excusa, a palabrería barata, a justificar lo injustificable. Solo existe el blanco o el negro, y da igual hacer un chiste de penoso gusto para intentar ilustrar la hipocresía de una sociedad, que reírse a conciencia de la muerte y sufrimiento de seis millones de personas. Puede que ambas sean pecado, pero no deberían llevar la misma penitencia.
El contexto no solo es necesario en la vida: Es esencial. Por eso incluso en el delito más grave que existe, el asesinato, la ley establece grados, atenuantes y agravantes. Porque sabe que para poder castigar adecuadamente, todo los factores alrededor del suceso deben ser tenidos en cuenta. Eso también es contextualizar.
5. Los límites del humor es un tema que me fascina, quizá porque no tengo del todo clara mi opinión. Lo que sí que creo es que a la hora de la verdad, si se trataba de explorar las líneas rojas de nuestra risa, un buen lugar para empezar sería nosotros mismos. Quiero decir, que para mí es más fácil defender que tengo derecho a ofender con chistes del holocausto o de las niñas de Alcasser, porque son sucesos que no me atañen directamente. No soy judío, ni tengo hijas de esa edad. Como ser humano, me duelen, pero de una forma general: Les han ocurrido a otros.
Me costaría más justificar las chanzas macabras sobre hechos que me resultan más cercanos, aunque sea una proximidad ideológica: Los muertos republicanos en las fosas comunes franquistas, por ejemplo. O algo que me concierne personalmente, como las millones de vidas destrozadas por la represión hacia las personas LGTB. ¿Sería capaz de reírme con un chascarrillo sobre otro suicidio de un adolescente gay, u otra paliza mortal hacia una transexual en un pueblo perdido del Medio Oeste Americano? Quizás no. Y ese es mi problema con esos chistes, que demuestran que, de alguna manera, estamos dispuestos a reírnos del sufrimiento de los otros, pero no de los nuestros. Esa sí que sería una auténtica demostración de que creemos que en el humor todo vale. Si algo me parece ofensivo de los tweets de Zapata es eso: que en el fondo, utilizó como ejemplo unas bromas que no podían ofenderle a él, pero sí a otros que claramente no le importaban tanto.
6. Pero incluso en este caso, Zapata solo demuestra que no es peor que la mayoría, sino como la mayoría. Como nosotros, que nos reímos con mucha más facilidad de las desgracias que sentimos como ajenas, que de las propias. Es cierto que a los políticos les solemos exigir, casi sin darnos cuenta, que sean mejores que los demás. ¿Pero justifica eso que Zapata tenga que dimitir de su cargo para el que fue elegido democráticamente? ¿Es esto motivo suficiente?
Vaya por delante que el contexto me lleva a pensar que no, Zapata no es xenófobo o antisemita. Razones que me parecerían de auténtico peso para pedirle que abandonara su cargo, pues para mi el ejercicio de la res pública es incompatible con la discriminación o el desprecio a una minoría (Como con el humor, claro, cada uno sitúa sus líneas rojas en un lugar distinto).
Se le puede acusar, eso sí, de haber defendido una idea con mal gusto, incluso de hacer gala de un humor negro más que cuestionable, que expuesto a la luz pública resulta desconsiderado y hasta cruel. Pero si quien le designó pensaba que era la persona adecuada para su cargo, no veo cómo estos tweets pueden alterar su opinión. El mal gusto, el tipo de humor, incluso la disposición a compartir demasiado en twitter, forman parte en mi opinión de la esfera privada de las personas; de la misma manera que no me preocupa si un presidente del Gobierno tiene una amante o un ministro de Interior gusta de contar chistes de mariquitas.
7. Supongo que lo que más me entristece de este caso es que me muestra un país que no me gusta. Y no me refiero al de los que hacen o ríen chistes sobre el Holocausto; Como digo, no tengo claro que a veces el remedio para el dolor de la muerte y la barbarie no sea la risa, aunque casi siempre la dirijamos a otros y no a nosotros mismos; Me refiero a un país de fariseos, de gente que intenta aprovechar políticamente la indignación de otros, de representantes públicos que intentan desestabilizar al enemigo utilizando el dolor ajeno. Y en medio, alguien que se ha equivocado gravemente y ha quedado marcado para siempre, pero cuyas intenciones parecían ser las mejores. Reto a quién quiera a que saque de esto un chiste: A mí me parece que no tiene ni puñetera gracia.