Aunque esta entrada tenga título de peli francesa, la realidad es mucho más prosaíca. Porque el tren no era a París, sino un cercanías a Colmenar Viejo; y la chica en cuestión no era una muchacha misteriosa con boina en la cabeza; se trataba más bien de una muchacha nada misteriosa con un móvil pegado a la oreja.
Lo de poco misteriosa se refiere, claro está, a que su conversación telefónica la podía escuchar todo el vagón. Y no era una conversación cualquiera. Ni siquiera hacía falta entender lo que decía para darse cuenta de que era importante; solo había que notar como su voz se quebraba de vez en cuando; o el sonido frecuente de su nariz, tratando de no moquear al ritmo de sus reproches.
Pero que no quepa duda: no hacía falta escucharla, pero todos lo hacíamos. Por puro morbo, claro, pero también porque, dado el volumen de la conversación (sin gritos, pero sin susurros) era inevitable. Bueno, miento: era evitable, usando unos cascos y dándole al play en el Ipod. Lo que pasa es que, sinceramente, uno puede escuchar esas canciones siempre que quiera pero no asiste a una ruptura sentimental en primera fila todos los días.
Porque la chica del tren estaba discutiendo con su novio, Rober. Rober tiene 23 años ("parece mentira que con 23 años me digas estas cosas") y llevan juntos año y medio ("¿Después de año y medio me dices esto?"). Los motivos de la ruptura no estaban claros, pero tras unos minutos se podía entrever que ella le achacaba a él que no tuviera en cuenta su sufrimiento y sus problemas. ("Claro, que casualidad que siempre que yo te necesito, nunca tienes tiempo"). Lo que, sinceramente, después de que le insultara ("Tú eres un desgraciado y una mala persona") y rompiera con él de formas variadas ("No me vuelvas a llamar en tu vida") fue un poco bajón, la verdad.
Creo que todo el vagón esperaba una gran revelación: una infidelidad, un problema de dinero, se nos rompió el amor de tanto usarlo. Pero no. Los motivos eran un poco vagos, y se nos desinfló un poco el drama cuando entendimos que, probablemente, no era para tanto.
A todos nos gusta un buen drama. A muchos, en su propia vida. A la mayoría, creo yo, en la vida de los demás. En la ficción, o en personajes que son de verdad pero al mismo tiempo lo suficientemente lejanos que parecen de mentira: los concursantes de Gran Hermano, o la chica que está a nuestro lado en el tren, radiando los problemas de su relación. Por eso es decepcionante cuando en la casa de Guadalix no hay peleas ni broncas ni amoríos, o cuando descubrimos que nuestra ruptura amorosa del tren en realidad no pasa de bronca cotidiana de una persona que llama inmadura a otra mientras no tiene pudor en airear sus trapos sucios ante un grupo de desconocidos.
Lo más llamativo, sin embargo, no fue que no quedara claro el motivo real de la discusión, sino que esta fuera tan larga. Pasamos Sol, Nuevos Ministerios, Chamartín... y los moqueos contenidos, los reproches nada contenidos("¿Pero como puedes ser así?"), y las amenazas varias ("No me vas a volver a ver en tu vida, ya te lo digo") se eternizaron.
Y a mi me dio por pensar, que esto sí que era dramático. Que realmente la chica del tren lo estaba pasando mal, por algo que no parecía tan importante. Que en teoría estaba rompiendo con él, pero si de verdad hubiera querido no hablarle nunca más, no escuchar su voz ni saber nada de él, hubiera colgado a la altura de Recoletos. Que el único motivo para alargar una discusión así era que ella estaba forzando una disculpa , un gesto de él que le demostrara que la quería de verdad y que si le importaban sus problemas y su sufrimiento. Que no tenía otra forma de conseguir sentirse querida que no fuera amenazar con perderle de vista para siempre. Y que, en realidad, no tenía pinta de que esta fuera la primera pelea de ese estilo entre los dos, sino la última de muchas que ya se vivían casi como rutina, de ahí que ella no tuviera ni siquiera necesidad de alzar la voz.
Cuando bajé en mi estación, pensé en lo probable que es que en algún que otro viaje dirección Colmenar Viejo, me vuelva a encontrar a la chica del tren, discutiendo con Rober, hablando de dejarlo después de dos años, dos años y medio, tres, cuatro,("¿Después de cuatro años me dices esto?") cuando él tenga 25, 27, 30 ("No me puedo cree que con 30 años me digas estas cosas"). No creo que nunca dejen de discutir, pero tampoco que dejen su relación. Eso sí que es un drama.
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3 comentarios:
Deberías escribir más por aquí.
Si la vuelves a ver, dile que la solución está en no coger el teléfono, por mucho que le vuelva a llamar. Que lo hará.
Puede que los Rober seamos algo fríos... pero realmente, la culpa es de los Movistar, Vodafone y Orange. Antes estas discusiones se tenían en la calle, cara a cara...
es inevitable escuchar las conversaciones ajenas...
yo aveces me he puesto los cascos, pero con el volumen bajo.. asi para disimular.. xD
por cierto eres de Murcia?
lo pregunto por lo de "acho"
Un Saludo
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