martes, 16 de junio de 2015

7 reflexiones sobre el caso Zapata


A estas alturas de la película, supongo que poco más se puede aportar a la discusión sobre el caso Zapata. Yo diría, de hecho, que habría que hacer el esfuerzo de aportar menos: Si algo sobra es ruido . Y no es que este post vaya a servir para nada: Se perderá en medio del barullo, en este rincón polvoriento de internet, dentro de un blog ya cinco años y medio abandonado. Pero por algún motivo, sentía que tenía que escribirlo.  


 1. No conozco personalmente a Guillermo Zapata. A pesar de pertenecer al mismo gremio, nunca hemos coincidido laboralmente o - que yo sepa - socialmente. No teníamos más relación que el hecho de que yo fuera uno de sus muchos followers en twitter. Ideológicamente supongo que somos más o menos afines, a pesar de no estar de acuerdo con bastantes de las ideas que él, mucho más prolífico que yo, expresaba online. 

 Aún así, me da mucha rabia y pena todo lo que se ha formado a su alrededor. Después de seguir a alguien durante años, uno se suele formar su propia opinión: La mía es que Zapata es una buena persona, en ningún caso un desalmado, racista o antisemita. Efectivamente, en realidad no le conozco, pero, si aceptamos que se puede juzgar el carácter de una persona por unos pocos tweets, supongo que entonces no se pueden obviar los muchos - miles - otros que escribió, dónde daba la impresión de ser alguien vehemente y pasional, seguro, pero también sincero y muy comprometido con varias causas. 


 2. ¿Significa eso que JesuisZapata? No, en absoluto. No pienso que lo ocurrido con la revista francesa tenga nada que ver con los acontecimientos de este fin de semana, ni merezca la misma reacción. El movimiento "Je suis" surge, creo yo, de la idea de que no se puede responder con violencia de ningún tipo al ejercicio de la libertad de expresión, que jamás se puede contraponer un arma, un puñetazo e incluso una amenaza, a una caricatura, un artículo o un chiste. 

 Pero la libertad de expresión no significa libertad para difamar, insultar o injuriar. Cuando alguien cree que se ha cruzado esa línea, puede rebatir, criticar, dirigirse a un juzgado o incluso pedir responsabilidades si se ostenta un cargo público, como es el caso. Eso no es censura: La libertad para opinar no significa que mis palabras no vayan a tener consecuencias. La cuestión, en este caso, es si la reacción ha sido la adecuada, si es justo tras lo ocurrido pedir la cabeza (política) de Guillermo Zapata, si la respuesta, en este caso, ha sido proporcionada. 


 3. Guillermo Zapata escribió una serie de tweets de humor negro, muy negro, hace cuatro años. Tienen razón los que dicen que ese tipo de chistes están a la orden del día en la sociedad española; los que digan lo contrario han vivido en un país muy diferente al que yo conozco. Lo que creo no se acaba de entender es que internet no es una reunión de amigos, dónde los límites del humor están mucho más definidos y uno tiene bastante más claro que no va a ofender a nadie. Twitter es un lugar público. Lo que allí se dice no se susurra en voz baja con unas colegas tomando unas cañas en la barra del bar; se grita a los cuatro vientos en medio de una plaza, con un altavoz amplificador que hace que pueda llegar a todos los rincones del Mundo. Las posibilidades de ofender, de herir los sentimientos de alguien, se multiplican exponencialmente. 

 Recuerdo el día que Ortega Cano causó la muerte de una persona en accidente de tráfico. Twitter se llenó de chistes macabros. Después, de gente que reprochaba a los que hacían esas bromas. Y más tarde, de los bromistas indignados porque se intentara coartar su libertad de expresión. Lo que no entendían esos twitteros es que esos comentarios probablemente no los hubieran hecho ante una audiencia de desconocidos que podían ser víctimas de accidentes de tráfico, familiares del muerto o simplemente, gente con una sensibilidad distinta ante la muerte. ¿Significa eso que no se debe escribir nada en internet que pueda herir a otro? No. Pero significa que si lo hacemos, debemos estar preparados para que alguien nos enmiende la plana, incluído aquellos que pueden sentirse personalmente afectados y ante los cuales, seguramente, mostraríamos más sensibilidad de tenerles frente a nosotros. 

 4. Los tweets de Zapata, sin embargo, estaban hechos en un contexto particular. Una discusión sobre los límites del humor, a raíz de lo sucedido con Nacho Vigalondo y "El País" en el año 2011. Estaban entrecomillados, creo entender, como ejemplos de chistes que la gente hace en el día a día, para reflejar de alguna manera la hipocresía que suponía el despido del director de cine. Ni siquiera sabemos si son bromas que al propio Zapata le parecían divertidas. Probablemente no, quién sabe. En todo caso la intención primera no parecía hacer reír. 

 Esta explicación, esta contextualización, parece haber molestado a muchos. Y de todo lo ocurrido en este caso, me parece de lo más triste: que "contextualizar" casi se haya convertido en una palabra sucia. De repente todo el Mundo reacciona como la esposa cabreada que se encuentra a su marido en la cama con otra mujer y éste le espeta, mientras se pone los calzoncillos, que "eso no es lo que parece". Todo suena a excusa, a palabrería barata, a justificar lo injustificable. Solo existe el blanco o el negro, y da igual hacer un chiste de penoso gusto para intentar ilustrar la hipocresía de una sociedad, que reírse a conciencia de la muerte y sufrimiento de seis millones de personas. Puede que ambas sean pecado, pero no deberían llevar la misma penitencia. 

 El contexto no solo es necesario en la vida: Es esencial. Por eso incluso en el delito más grave que existe, el asesinato, la ley establece grados, atenuantes y agravantes. Porque sabe que para poder castigar adecuadamente, todo los factores alrededor del suceso deben ser tenidos en cuenta. Eso también es contextualizar. 

 5. Los límites del humor es un tema que me fascina, quizá porque no tengo del todo clara mi opinión. Lo que sí que creo es que a la hora de la verdad, si se trataba de explorar las líneas rojas de nuestra risa, un buen lugar para empezar sería nosotros mismos. Quiero decir, que para mí es más fácil defender que tengo derecho a ofender con chistes del holocausto o de las niñas de Alcasser, porque son sucesos que no me atañen directamente. No soy judío, ni tengo hijas de esa edad. Como ser humano, me duelen, pero de una forma general: Les han ocurrido a otros. 

Me costaría más justificar las chanzas macabras sobre hechos que me resultan más cercanos, aunque sea una proximidad ideológica: Los muertos republicanos en las fosas comunes franquistas, por ejemplo. O algo que me concierne personalmente, como las millones de vidas destrozadas por la represión hacia las personas LGTB. ¿Sería capaz de reírme con un chascarrillo sobre otro suicidio de un adolescente gay, u otra paliza mortal hacia una transexual en un pueblo perdido del Medio Oeste Americano? Quizás no. Y ese es mi problema con esos chistes, que demuestran que, de alguna manera, estamos dispuestos a reírnos del sufrimiento de los otros, pero no de los nuestros. Esa sí que sería una auténtica demostración de que creemos que en el humor todo vale. Si algo me parece ofensivo de los tweets de Zapata es eso: que en el fondo, utilizó como ejemplo unas bromas que no podían ofenderle a él, pero sí a otros que claramente no le importaban tanto. 


 6. Pero incluso en este caso, Zapata solo demuestra que no es peor que la mayoría, sino como la mayoría. Como nosotros, que nos reímos con mucha más facilidad de las desgracias que sentimos como ajenas, que de las propias. Es cierto que a los políticos les solemos exigir, casi sin darnos cuenta, que sean mejores que los demás. ¿Pero justifica eso que Zapata tenga que dimitir de su cargo para el que fue elegido democráticamente? ¿Es esto motivo suficiente? 

 Vaya por delante que el contexto me lleva a pensar que no, Zapata no es xenófobo o antisemita. Razones que me parecerían de auténtico peso para pedirle que abandonara su cargo, pues para mi el ejercicio de la res pública es incompatible con la discriminación o el desprecio a una minoría (Como con el humor, claro, cada uno sitúa sus líneas rojas en un lugar distinto).

 Se le puede acusar, eso sí, de haber defendido una idea con mal gusto, incluso de hacer gala de un humor negro más que cuestionable, que expuesto a la luz pública resulta desconsiderado y hasta cruel. Pero si quien le designó pensaba que era la persona adecuada para su cargo, no veo cómo estos tweets  pueden alterar su opinión. El mal gusto, el tipo de humor, incluso la disposición a compartir demasiado en twitter, forman parte en mi opinión de la esfera privada de las personas; de la misma manera que no me preocupa si un presidente del Gobierno tiene una amante o un ministro de Interior gusta de contar chistes de mariquitas. 

 7. Supongo que lo que más me entristece de este caso es que me muestra un país que no me gusta. Y no me refiero al de los que hacen o ríen chistes sobre el Holocausto; Como digo, no tengo claro que a veces el remedio para el dolor de la muerte y la barbarie no sea la risa, aunque casi siempre la dirijamos a otros y no a nosotros mismos; Me refiero a un país de fariseos, de gente que intenta aprovechar políticamente la indignación de otros, de representantes públicos que intentan desestabilizar al enemigo utilizando el dolor ajeno. Y en medio, alguien que se ha equivocado gravemente y ha quedado marcado para siempre, pero cuyas intenciones parecían ser las mejores. Reto a quién quiera a que saque de esto un chiste: A mí me parece que no tiene ni puñetera gracia.

viernes, 19 de febrero de 2010

La chica del tren

Aunque esta entrada tenga título de peli francesa, la realidad es mucho más prosaíca. Porque el tren no era a París, sino un cercanías a Colmenar Viejo; y la chica en cuestión no era una muchacha misteriosa con boina en la cabeza; se trataba más bien de una muchacha nada misteriosa con un móvil pegado a la oreja.

Lo de poco misteriosa se refiere, claro está, a que su conversación telefónica la podía escuchar todo el vagón. Y no era una conversación cualquiera. Ni siquiera hacía falta entender lo que decía para darse cuenta de que era importante; solo había que notar como su voz se quebraba de vez en cuando; o el sonido frecuente de su nariz, tratando de no moquear al ritmo de sus reproches.

Pero que no quepa duda: no hacía falta escucharla, pero todos lo hacíamos. Por puro morbo, claro, pero también porque, dado el volumen de la conversación (sin gritos, pero sin susurros) era inevitable. Bueno, miento: era evitable, usando unos cascos y dándole al play en el Ipod. Lo que pasa es que, sinceramente, uno puede escuchar esas canciones siempre que quiera pero no asiste a una ruptura sentimental en primera fila todos los días.

Porque la chica del tren estaba discutiendo con su novio, Rober. Rober tiene 23 años ("parece mentira que con 23 años me digas estas cosas") y llevan juntos año y medio ("¿Después de año y medio me dices esto?"). Los motivos de la ruptura no estaban claros, pero tras unos minutos se podía entrever que ella le achacaba a él que no tuviera en cuenta su sufrimiento y sus problemas. ("Claro, que casualidad que siempre que yo te necesito, nunca tienes tiempo"). Lo que, sinceramente, después de que le insultara ("Tú eres un desgraciado y una mala persona") y rompiera con él de formas variadas ("No me vuelvas a llamar en tu vida") fue un poco bajón, la verdad.

Creo que todo el vagón esperaba una gran revelación: una infidelidad, un problema de dinero, se nos rompió el amor de tanto usarlo. Pero no. Los motivos eran un poco vagos, y se nos desinfló un poco el drama cuando entendimos que, probablemente, no era para tanto.

A todos nos gusta un buen drama. A muchos, en su propia vida. A la mayoría, creo yo, en la vida de los demás. En la ficción, o en personajes que son de verdad pero al mismo tiempo lo suficientemente lejanos que parecen de mentira: los concursantes de Gran Hermano, o la chica que está a nuestro lado en el tren, radiando los problemas de su relación. Por eso es decepcionante cuando en la casa de Guadalix no hay peleas ni broncas ni amoríos, o cuando descubrimos que nuestra ruptura amorosa del tren en realidad no pasa de bronca cotidiana de una persona que llama inmadura a otra mientras no tiene pudor en airear sus trapos sucios ante un grupo de desconocidos.

Lo más llamativo, sin embargo, no fue que no quedara claro el motivo real de la discusión, sino que esta fuera tan larga. Pasamos Sol, Nuevos Ministerios, Chamartín... y los moqueos contenidos, los reproches nada contenidos("¿Pero como puedes ser así?"), y las amenazas varias ("No me vas a volver a ver en tu vida, ya te lo digo") se eternizaron.

Y a mi me dio por pensar, que esto sí que era dramático. Que realmente la chica del tren lo estaba pasando mal, por algo que no parecía tan importante. Que en teoría estaba rompiendo con él, pero si de verdad hubiera querido no hablarle nunca más, no escuchar su voz ni saber nada de él, hubiera colgado a la altura de Recoletos. Que el único motivo para alargar una discusión así era que ella estaba forzando una disculpa , un gesto de él que le demostrara que la quería de verdad y que si le importaban sus problemas y su sufrimiento. Que no tenía otra forma de conseguir sentirse querida que no fuera amenazar con perderle de vista para siempre. Y que, en realidad, no tenía pinta de que esta fuera la primera pelea de ese estilo entre los dos, sino la última de muchas que ya se vivían casi como rutina, de ahí que ella no tuviera ni siquiera necesidad de alzar la voz.

Cuando bajé en mi estación, pensé en lo probable que es que en algún que otro viaje dirección Colmenar Viejo, me vuelva a encontrar a la chica del tren, discutiendo con Rober, hablando de dejarlo después de dos años, dos años y medio, tres, cuatro,("¿Después de cuatro años me dices esto?") cuando él tenga 25, 27, 30 ("No me puedo cree que con 30 años me digas estas cosas"). No creo que nunca dejen de discutir, pero tampoco que dejen su relación. Eso sí que es un drama.

lunes, 17 de agosto de 2009

La lista de Tarantino



Como todo friki-cinéfilo, a Tarantino le encanta hacer listas de películas. Esta, en concreto, es la de sus 20 favoritas desde que él es director de cine (1992)

Una vez hecha la lista, la diversión frikista solo acaba de empezar. Luego toca que cada uno compare sus gustos y se eche las manos a la cabeza con la inclusión de rarezas (¿"Todo lo demás" de Woody Allen? ¿"Team America", en serio?), películas supuestamente reconocidas que no soporta ("Lost in translation" o "El protegido") o se congratule por las (pocas) coincidencias con la que sería su propia lista ("Boogie nights" o "Shaun of the dead").

Al final, es solo una cuestión de gusto en la que nadie tiene la razón... ¿Pero y lo que mola discutir?

P.D.: Y se aprenden cosas útiles. Todas las pelis asiaticas de las que Tarantino habla como obras maestras, servidor las aborrece. No pasa nada; a partir de ahora cuando vea ojos rasgados en la cartelera y una recomendación de Jordi Costa, me meto en la sala de al lado. Pero es duro asumir uno que nunca podrá ser cinéfilo cool

viernes, 9 de enero de 2009

¿Para que sirve una crítica de televisión?

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... Y no es una pregunta retórica (Ni con mala leche). Me refiero... ¿Tiene la crítica televisiva un propósito, una utilidad, sirve para algo al lector?

Yo creo que si la crítica es muy buena (sea de lo que sea) no tiene por qué servir para nada. Es decir, puede tener valor por sí misma, como obra de entretenimiento más allá de aquella otra que reseña: por su ingenio, su inteligencia o su estilo literario. Por cosas como esas, Roger Ebert ganó un premio Pullitzer.

Sin embargo, dudo mucho que ningún crítico de televisión español vaya a ganar premios literarios o periodísticos, entre otras cosas, porque es difícil ser brillante, inteligente y aseado escribiendo cuando tienes que hacerlo cinco días por semana (Ese ritmo chungo es el mismo que soportan muchas series diarias, por cierto, lo que no quita para que sean desmenuzadas sin piedad por esos mismos críticos).

Si pensamos en sus hermanos mayores (la critica cinematográfica, teatral, etc...) parece claro que la crítica de TV puede ser sobre todo utilitaria, servir un propósito práctico y claro. O dos, en mi opinión, a la vez o por separado.

1) La crítica que orienta, es decir, que ve las cosas por ti y te indica sí cree que debes darles una oportunidad o no.

2) La crítica que desmenuza una obra (televisiva, en este caso) y hace un análisis exhaustivo de sus méritos y deméritos.


El problema con las críticas orientativas es que, para empezar, son mucho más necesarias en otro tipo de medios, como cine o teatro, dónde el espectador tiene que hacer un esfuerzo real por consumir un producto (Salir de casa, desplazarse, pagar una entrada) y solo uno. Hay que tomar una decisión y en ese momento la labor del crítico puede ser importante para inclinar la balanza en uno u otro sentido.

En la televisión es diferente, claro. El producto es (casi todo) gratis, con lo cual el espectador solo tiene que apretar un botón para decidir por sí mismo si quiere consumirlo o no. Lo más que puede perder son unos cuantos minutos de su vida (En España más de setenta si quiere ver un capítulo completo), pero la ayuda orientativa para decidirse se convierte en algo poco relevante.

Otro problema es que la crítica española es siempre a posteriori; a diferencia de lo que ocurre en USA (que es referente en televisión, pero también en el periodismo sobre idem) los críticos no ven el producto antes de que se estrene, por lo que para cuando intentan "orientar" el público ya ha podido tomar su decisión visionando la serie/programa.

Pero en todo caso, todo esto da igual; porque la crítica española generalmente no parece intentar orientar a nadie; eso significaría saber que existen diferentes tipos de público y lo que no gusta a uno, sí puede interesar a otros, independientemente de la calidad que se crea que algo tiene.

(En este sentido, hace algún tiempo recuerdo que las críticas de Fotogramas, aparte de las estrellitas, venían con una frase final que indicaba a que tipo de público podía estar dirigida una película: "Para románticos irredentos", "para nostálgicos del Western", etc...)

Un ejemplo: las series juveniles. Se han estrenado varias en el 2008, y en las críticas era recurrente leer el mismo argumento: "Es como Compañeros / Al salir de clase" (Curioso que estas dos series, aparte de estar ambientadas mayormente en un instituto, no tenían mucho más que ver). Lo que se deducía de ese comentario es que era una serie que es poco original, que ya está vista.

El problema es que gran parte del público de estas nuevas series era demasiado pequeño cuando se emitían esos supuestos modelos de las series actuales, con lo que los conflictos/problemas que le puedan plantear "18", "HKM" o "Física o química" (Cada una en su estilo) son completamente nuevos para esa determinada audiencia. Escribir sobre una serie dirigida al público juvenil desde el punto de vista de alguien que supera los treinta resulta muy poco útil; más aún en un periódico dónde se supone que tus lectores no son tampoco precisamente adolescentes.

El crítico televisivo español no parece estar interesado, pues, en "dirigir" o "recomendar" a su público. Si algo no le gusta, considerará que es malo y por tanto nadie debería verlo; y al revés si la crítica es positiva. No parece entenderse que existe un público para cada género, y que dentro de estos hay propuestas más o menos efectivas, y una labor interesante - y útil - sería guiar al lector sobre lo que le puede interesar, de acuerdo con sus gustos.

(Un inciso: hay críticos que sí realizan esta labor, principalmente cuando hablan de series extranjeras aún no estrenadas en España que recomiendan al lector que "Busquen" en Internet o DVD. Un ejemplo es Hernan Casciari en "El país", y esta es una labor realmente útil)

El crítico de TV hispano no parece interesado pues en guiar... ¿Le interesa entonces analizar las series y programas, la segunda utilidad posible de la crítica?

El 29 de Diciembre de 2009 Javier Pérez de Albéniz, en soitu.es, escribió un último comentario acerca de "LEX", que estaba a punto de emitir su último capítulo en Antena 3. (Está claro pues que no se trataba de una crítica "orientativa")

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Se trataba entonces, de un análisis... en un solo párrafo. Es cierto que esta no era la primera crítica de Pérez de Albéniz sobre la serie (Hubo otra con motivo del estreno, fechada el 06 de Junio del 2008) pero ambas tienen una extensión parecida y unos argumentos muy similares:

"Algo que no puedo decir de 'Lex', la rimbombante serie de Antena 3 que hoy también se despide por cuestiones de audiencia. Concretamente de poca audiencia. Ni el abultado presupuesto, ni un reparto de lujo (Javier Cámara, Santi Millán, Paz Vega...), ni el desesperado esfuerzo de reanimación final, añadiendo sexo y sal gruesa a los últimos capítulos, han logrado salvar un producto que resume todos los defectos de la ficción española. Defectos que se resumen en uno: ausencia de talento"


En realidad, la crítica se puede reducir a una sola frase: la última. El problema de esta serie - más aún, de toda la ficción española televisiva - se puede reducir a una sola causa. O más bien, se puede intentar reducir a una sola causa si no existe la capacidad - o las ganas - de hacer un análisis real de algo.

Decir que alguien no es bueno, no sabe hacer algo, no tiene talento, no constituye un análisis, sino una opinión. Una opinión extremadamente fácil de formular, (Y todo el mundo conoce el dicho sobre las opiniones y los ojos del culo) y sin ningún mérito real. Dicho de otra manera: No hay ningún valor profesional en una crítica que dice "esto no es bueno" y no lo desarrolla más allá.

Un crítico debería - y a veces lo hace, aunque en este país son contadas las ocasiones - descubrir al lector aspectos que desconocía, ilustrar porque cree que algo funciona (o no), siempre matizando más allá de lo más fácil - es bueno, malo - para hacer un análisis realmente interesante de una obra. "Me gusta/no me gusta" es una opinión válida, claro está, pero no sé si merece la pena que a alguien le paguen por ella.

(Se podría argumentar, con razón, que merece la pena pagar por ella cuando hay un público que la lee y la sigue; aunque eso mismo se podría también decir de todas las series españolas que tienen éxito de audiencia ante la indignación de la crítica)

En este momento, las críticas televisivas en España no cumplen 1. Ni 2. Por lo tanto, su utilidad es más bien cercana a 0. ¿O no?

Mucho me temo que existen otras dos "utilidades"...

3. La crítica puede servir para decirte lo que es bueno o no. Esto es, la crítica piensa por ti, para que sepas lo que mola y lo que no mola, y que opinar al respecto. Las críticas te dicen lo que deberías pensar sobre algo (película, programa, serie) para que tú no tengas que verlas pero puedas tener una opinión igualmente. (El ejemplo extremo de esto serían las críticas breves de singles musicales... ¿Para que necesitas una opinión sobre algo que tú mismo puedes ponderar en apenas tres minutos? A veces está claro que nos gusta que otros nos "orienten" con sus opiniones para poder formar las nuestras)

(Un ejemplo reciente: Un grupo estábamos de cañas en un bar, y entre nosotros había un guionista de serie de éxito. Alguien que estaba en la barra y conocía a un amigo común se dirigió a él y dijo: "¿Tú escribes XXX? Si esa serie es muy mala...". Inmediatamente le preguntamos que es lo que no le gustaba de ella y contestó que no, bueno, en realidad él no la había visto... Pero eso era lo que se decía)

4. La crítica puede funcionar como entretenimiento en sí mismo no por su calidad literaria o por su inteligencia sino por su nivel de vitriolo y saña. Algo parecido al circo romano, dónde se lanza al centro del ruedo a una serie para poder despedazarla , normalmente con insultos y ataques furibundos. Es algo parecido a traerse a Raquel Mosquera al plató de "¿Dónde estás corazón? para poder meterle caña sin cuartel, cosa que gran parte del público disfruta enormemente. Con dos pequeñas diferencias: 1) La serie no se puede defender (y si sus responsables lo hacen parece que no admiten la crítica) y 2) La serie no cobra por ser insultada, y yo diría que Raquel Mosquera, sí.

Todo esto conlleva que la tendencia predominante en las críticas televisivas de este país se dirijan hacia el a) dogmatismo y b) el desprecio y el escarnio en mayor o menor medida. Sobre todo a la hora de hablar del producto nacional (Es lógico, por otro parte, que el porcentaje de producto extranjero que gusta sea mayor; este viene seleccionado, escogidas las series/programas más exitosos/prestigiosos; el material defectuoso no suele salir de las fronteras propias)

Y a veces se dan ambos fenómenos a la vez: dogmatismo y virulencia. El 27 de Octubre de 2009, El "teletridente de "El Mundo" acaba así su crítica a la nueva tira de la sexta "Que vida más triste":

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Telebasura. Porque esto también es telebasura. Y de la más apestosa, no nos olvidemos. No hace falta que aparezca Jesús Mariñas para que la cosa televisiva apeste. Un insulto, de lo más soez, a la inteligencia, este 'Qué vida más triste' de acertado título. Por muchos aires de prestigio internetero que lo intenten insuflar. Basura blanca y vizcaína. La basura blanca y vizcaína de un vasco con amiguitos en el negocio del 'entertaiment' televisivo. Otro tontolaba sin puta gracia venido a más con la ayuda de sus coleguitas. O sea.


Se trata, claro, de un ejemplo muy extremo. Esto no suele ser la tónica habitual (aunque casi lo es en el diario El Mundo, dónde la sombra alargada de Carlos Boyero y su personal e intransferible vitriolismo parece haber hecho mucho daño a sus varios sucesores/imitadores).

Pero si es algo sintomático de una crítica televisiva que, por lo general, demanda inteligencia pero no la suele ofrecer; odia la visceralidad televisiva pero se lanza a la literaria; y compara de forma desfavorable al producto patrio con lo mejor de la televisión mundial cuando aún le falta mucho por llegar al nivel medio de sus homólogos estadounidenses.

Soy guionista de la tele, y reconozco que a la ficción española le queda un largo camino por recorrer para poder llegar al nivel de otros países. Pero no tengo claro que los críticos televisivos nacionales, que en mi opinión se encuentran en una posición muy similar, reconozcan esa distancia entre ellos y sus homólogos de otros países. Está claro que criticar (bien) es más difícil de lo que parece; pero lo verdaderamente complicado es la autocrítica.

domingo, 14 de diciembre de 2008

De criticando

¿A quien no le gusta criticar? No me refiero a hablar de las mechas de la vecina del quinto, sino a opinar sobre películas, libros, series de televisión... y sí, las mechas de la vecina del quinto si hace falta (aunque uno se sienta más culpable, que se entiende más la crítica maligna cuando uno ha pagado por ver/leer algo, y la vecina y sus pelos a servidor le salen gratis)

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Hay una expresión que dice: "Criticar es fácil... y divertido", pero yo no acabo de estar de acuerdo. Criticar es la mar de divertido (sobre todo si uno ha visto "Crepúsculo"; para ponerse las botas, oiga) pero no es fácil. Al menos, hacerlo bien.

No sé si llegaría a decir que la crítica es un arte, pero está claro que requiere de talento. En primer lugar, para el análisis: todo el mundo puede decir "Crepúsculo me parece una mierda" (Y estoy tentando de decir que todo el mundo debería afirmarlo, obligatoriamente) pero no tantos son capaces de explicar los motivos, cuales son los puntos débiles y fuertes de la película/serie/libro, si existen errores a su juicio porque cree que se pueden haber producido, si aún así puede funcionar o no para cierto tipo de público... y en segundo lugar, para hacer que toda esta disertación resulta amena, entretenida, y hasta más divertida que la obra de la que se está hablando.

A mí, personalmente, me encanta leer críticas: Breves y fáciles de leer (excepto que el autor sea Jordi Costa), pueden ser guías útiles para decidir que ver/leer, o simplemente para contrastar/reforzar/desafiar opiniones propias y ajenas. Webs como rotten tomatoes o metacritic (a las que me declaro adicto) cumplen además la función de recopilar las reseñas para que todo el mundo se pueda hacer una mejor idea de cual viene a ser (más o menos) el consenso general con respecto a las películas de cartelera o las series de estreno.

Así pues, salgo del armario: Soy fan de la crítica, me gusta, la disfruto. Debo aclarar, eso sí, un punto importante: En este caso me refiero siempre a la crítica anglosajona (A la de otros países no tengo acceso, porque mi conocimiento de lenguas es más bien escaso) y no a la española, que me parece se encuentra en un estado bastante precario.

Aunque hay que diferenciar entre géneros, claro está. La crítica cinematográfica patria creo que tiene cierto interés (Incluso Jordi Costa cuando no se le entiende). Es la televisiva la que me atrevería a calificar de bastante terrible, en general.

La tentación sería dejarlo todo en una frase: La crítica de televisión en España es una mierda. Pero eso sería darle la razón a los críticos de Tv de este país que utilizan exactamente el mismo argumento con respecto a la ficción nacional y se quedan tan anchos, sin analizar nada más (Y no, decir que los decorados son bochornosos, los diálogos de pena, la realización cutre, los actores amateurs, las historias pobres, y los chistes de vergüenza ajena, NO es hacer análisis; si lo fuera, cualquier españolito de a pie con dos cervezas de más apoyándose a duras penas en la barra del bar y soltando soflamas que según él arreglarían el país en dos patás, sería un sesudo analista político; la crítica es algo más, y la profesión creo que merece más respeto)

Así que, más allá del titular, voy a comentar las críticas (y los críticos) de televisión de este país, para intentar averiguar que es lo que está fallando; porque a mí me gustaría tener una crítica a la altura de, por ejemplo, la americana, pero creo que estamos todavía bastante lejos. Con un poco de suerte, esta crítica, a diferencia de muchas otras, podrá ser constructiva.

lunes, 11 de agosto de 2008

WTF


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Una de mis abreviaturas favoritas (siempre anglosajonas, no sé por qué) surgidas de los foros de Internet  es WTF. O sea, "What the fuck", traducido al castellano "Pero que coño". Es lo que se suelta cuando algo te sorprende, te pilla fuera de juego, te deja KO unos segundos hasta que puedes reaccionar. 

Cuando uno ya ha visto muchas películas, sabe más o menos que al final el malo va a ser  destruido justo cuando parecía que todo estaba perdido para el héroe; la familia conflictiva se reconciliará cuando uno de sus miembros contraiga una enfermedad grave; y el  chico va a correr por el aeropuerto para declararse a la chica antes de que ella coja el avión (por qué no puede llamarla cuando aterrice, nunca se sabrá), de vez en cuando se agradecen los momentos WTF. Escenas fuera de tono, disgresiones de la historia, locuras transitorias que no vienen al caso.

Algunos de ellos son demasiado ridículos, claro; y en especial hay directores que últimamente se han especializado en películas enteras WTF (También llamadas, "Pero muchacho, ¿tú en que estabas pensando, alma de cántaro?"). Pero se suelen disfrutar esos momentos surreales, que no vienen de ningún sitio ni van a ninguna parte, pero son en si mismos joyitas del absurdo. Sobre todo cuando la gente baila.

Y es que supongo que el perfecto momento WTF es aquel que no está escrito, el que se improvisa.  Porque en un guión, uno siempre tiende a buscar algo de sentido, un mínimo de lógica.  Si algo está (d)escrito, es dudoso que pueda ser indescriptible.

Pero con los bailes no pasa eso. No se puede describir el numerito de Napoleon Dynamite, o el de Doomsday, una película recién estrenada ya de por sí tendente al delirio, que tiene una secuencia "musical" para los anales del cine punk-heavy-gore-canibal con ritmos de anuncio de cervezas y vedettes rollo Normal Duval en leather. 

Al final la peli era demasiadas pelis a la vez, y ninguna de ellas era excesivamente interesante; la mezcla la hacía indigesta. Pero esos momentos WTF se agradecían porque, al menos, sabes que nunca has visto algo así. Para bien, o para mejor.

Mi momento musical WTF favorito no es ninguno de esos dos, por cierto. Pertenece a una película belga llamada "Calvaire". La historia es tal que así: a un actor de segunda le contratan para actuar en una zona rural perdida de Bélgica. En al camino, su coche se estropea (Si hubiera leído este libro, aquí ya habría salido por patas sin mirar atrás hasta llegar a ... bueno, fuera del bosque lo menos, que tampoco tiene que haber tanto rollo rural en Bélgica, con lo pequeña que es) y lo que sigue es una pesadilla (real): un campesino loco le recoge, le ata, le viste como su mujer y le trata como tal (Y este hombre, por decirlo de alguna forma suave,  no ha oído hablar del ministerio de igualdad).

Por supuesto, los demás campesinos, todos hombres, hacen que los garrulos de "Deliverance" parezcan  los compañeros de mesa de Leonardo Di Caprio en "Titanic" cuando el chico se pone pijo. En una simpática escena se les ve penetrar a un cerdo; analmente, por supuesto. Este es el tipo de gente con el que estamos tratando, unos rudos chicarrones que se lavan cuando llueve y eso si no tienen un buen tejado lleno de hojas podridas bajo el que refugiarse.

La escena en cuestión les muestra en el único bar local. El protagonista no está allí; el momento no tiene relación directa con la trama. 

Pues eso... WTF.



lunes, 21 de julio de 2008

Todo depende de cómo se cuente

Era una historia de un pícaro que, fracasado como sastre, había decidido hacerse modisto en una ciudad de provincias, y para poder penetrar aquel ambiente  machista y medieval, se fingía homosexual y así podía moverse bien manejando el dinero de los ricos de aquella sociedad a través de sus mujeres.

 Aunque parezca la sinopsis de una versión hispánica del "Teorema" de Pasolini, es (el muy prolífico y recientemente fallecido) Tito Fernández hablando de su película más emblemática:

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Está claro que todo depende de cómo se cuente. Por cierto, alguien ha visto...

La historia de un vagabundo, un marginal, que vaga sin rumbo fijo, y su amistad con un pobre huérfano. Juntos se enfrentarán a las convenciones sociales y desafiarán el status quo que pretende aprisionarles en unos roles determinados e impedir que alcancen sus sueños de prosperar,  en un mundo dónde impera la fuerza bruta y la competitividad.




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